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miércoles, 23 de septiembre de 2009

Factores que influyen en el acceso a la formación de los mayores de 55 años

Factores que influyen en el acceso a la formación de los mayores de 55 años. Formación para el empleo y empleabilidad de los trabajadores mayores de 55 años / CEPYME ARAGÓN – Fundación Tripartita para la Formación en el Empleo, C20070286.


Reseña realizada por Juan de la Cruz Muñoz Ugarte (Dpto. Formación de CEPYME Aragón) responsable Proyecto Silver: Programa para la Gestión de la Edad en las Empresas

En este artículo se recogen algunos de los factores que influyen y condicionan el acceso a la formación continua de los trabajadores mayores de 55 años.

Jóvenes y adultos enfrentan crecientes dificultades para insertarse o reinsertarse en el mercado laboral tanto en condición de empleados como de iniciar o volver a empezar un trabajo por cuenta propia. Las dificultades que encaran son de diverso orden, muchos no poseen las competencias requeridas, otros poseen una base técnica y experiencia pero necesitan recalificarse o reciclar sus competencias. Otras personas en busca de trabajo desean adquirir una formación que les ayude a responder a los requisitos de las empresas, pero están desconcertados sobre los estudios adecuados que les resulten útiles para encontrar un empleo en un corto plazo.

En cualquier caso, el contar con competencias adecuadas a las exigencias actuales parece facilitar el camino hacia la empleabilidad y la ausencia de ellas o la baja calificación parece someter a las personas a condiciones de precariedad laboral. Si bien un conjunto de variables estructurales y coyunturales inciden en la inserción laboral de las personas, el tipo de trabajo que estaría en condiciones de realizar adquiere un peso relevante en el acceso y el mantenimiento de un puesto en el mercado de trabajo.

En la necesidad de sobrevivir en un mundo altamente competitivo donde los perfiles profesionales y las competencias requeridas por el mercado laboral están sometidas a mutaciones, se hace necesario conciliar los elementos de la ecuación “formación-trabajo” y generar las condiciones para la formación continua.

Hay que romper la dicotomía de estudiar, por un lado, y por el otro, trabajar, porque de lo que se trata es de superar la enraizada perspectiva que uno es primero y el otro después, de superar la visión que es difícil la convivencia de formación y trabajo.

Generalmente la propensión a continuar actualizándose durante la vida profesional, predomina entre quienes ya poseen un punto de partida educativo alto, cuya ubicación laboral es en puestos gerenciales, mandos intermedios, técnicos y personal no manual. Mientras que los trabajadores menos calificados, aún cuando estén conscientes de la necesidad de actualizarse, les resulta difícil, por una parte, contar con información adecuada sobre lo que se requiere en términos de competencias y lo que se ofrece en términos de formación.

Por otra parte, el pensamiento acerca de que si las personas invierten más en formarse y actualizarse, mayores serán las oportunidades para lograr una realización personal y para avanzar en la vida laboral, no es siempre valorado por los trabajadores de baja calificación.

La formación continua, al estar orientada al colectivo de trabajadores, está destinada principalmente al sector de la población entre los 18 y los 65 años. En este sentido y desde el mundo de la pedagogía se establece con claridad la existencia de importantes diferencias entre adultos y niños o adolescentes en cuanto a actitudes y capacidades para el aprendizaje. Por ello cuando se habla de formación continua para adulto es necesario tener en cuenta diversas variables y particularidades propias de este colectivo.

La actitud de los adultos hacia el aprendizaje está condicionada por las experiencias previas tanto por la trayectoria personal como la profesional a lo largo de su vida.

Mientras un niño afronta el aprendizaje como algo natural e integrado en su forma de vida, un adulto busca a través de la formación la consecución de resultados concretos que le compensen en la realización del esfuerzo. Además, y según sus condicionantes previos, puede presentar importantes resistencias al aprendizaje, capacidades intelectuales mermadas y dificultades de concentración.

Una acción formativa orientada a un público adulto deberá tener en cuenta las características especiales de los destinatarios, tanto personales como del entorno. Los rasgos afectivos, la disposición hacia el aprendizaje, las motivaciones y las expectativas, entre otros, influyen decididamente en el proceso de enseñanza-aprendizaje y en los resultados formativos.

Aunque no se puede generalizar, sí se pueden definir unos rasgos más o menos habituales que caracterizan el perfil psicológico de las personas adultas que afrontan una acción formativa (Palladino, 1981):
  • Gran preocupación por los resultados y cierta angustia ante el fracaso o ante la sensación de pérdida de tiempo.
  • Inseguridad y susceptibilidad ante las observaciones o críticas.
  • Sentimiento de culpa por no cumplir con el compromiso adquirido.
  • Creencia arraigada y conceptos erróneos que entorpecen la adquisición de nuevos conceptos.
  • Ritmo de aprendizaje irregular.
  • Dificultad de perseverancia ante el estudio, a pesar del interés.
  • Fatiga producida por el trabajo.
  • Posible desconfianza ante los sistemas de formación por tener experiencias escolares negativas.
  • Desconfianza de que la formación pueda servirle para mejorar su situación laboral.
Habrá que tener muy presente estos condicionantes psicológicos a la hora de diseñar acciones formativas orientadas al mundo adulto. Algunas de las principales actitudes del adulto respecto al aprendizaje pueden resumirse en la siguiente tabla:


Pese al esfuerzo de distintas organizaciones en propugnar, impulsar y poner en marcha la formación continua entre los/las trabajadores/as, persiste entre éstos poca confianza en la formación como instrumento de promoción profesional, de negociación individual o colectiva, de búsqueda de un nuevo empleo o como un antídoto real contra el desempleo. Concepciones sociales, dudas sobre la utilidad de continuar formándose, vínculos entre el mundo productivo y el de la formación y articulación entre niveles y tipos de educación/formación forman parte de un tronco común desde cuya raíz se intenta internalizar o institucionalizar el concepto de formación y/o aprendizaje continuo.

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