Esta semana estoy realizando una de las tareas más necesarias -pero a su vez más ingratas- para mantener actualizada la colección de recursos documentales que conforma la biblioteca especializada de CEPYME ARAGÓN-FEMZ: el expurgo anual de las publicaciones obsoletas.
El limitado espacio disponible para conservar de manera fácilmente accesible la documentación y sobre todo, la cada vez mayor rapidez con la que los contenidos pierden interés informativo para los usuarios al quedar desfasados ante la presión de nuevos temas, de nuevos enfoques, de nuevas metodologías… obliga a acortar cada vez más la permanencia de estos documentos en las estanterías.
El expurgo requiere la realización de todas las tareas bibliotecarias, pero de modo inverso:
- establecer unos criterios de expurgo,
- seleccionar los recursos que van a ser eliminados,
- recoger de las estanterías los materiales a expurgar,
- dar de baja los recursos tanto en el catálogo de la biblioteca como en su registro,
- y finalmente, desprenderse físicamente del material, bien mediante su donación a otra persona o institución que pueda estar interesado o mediante su destrucción controlada.
Pues bien, inmerso en este proceso es más fácil reconocer una realidad cada día más palmaria: el soporte papel, al menos en los servicios de información especializados, está próximo a desaparecer. Y es que la gestión de la documentación en papel resulta costosa, lenta y de limitado alcance:
- Conlleva la necesidad de un importante espacio para su almacenamiento y en su caso consulta.
- Son necesarias toda una serie de tareas de manipulación de los documentos.
- Su distribución es limitada, puesto que un documento solo puede estar en un lugar lo que obliga a su desplazamiento físico para su consulta con el consiguiente riesgo de pérdida.
- Su reproducción es costosa, necesitando tanto de infraestructuras tecnológicas (fotocopiadora, o/y escáner) como de recursos humanos para realizarlas.
El presente es cada vez más digital
Y es que en el entorno laboral los profesionales se decantan claramente por los documentos digitales, ante las ventajas que les ofrece tanto para la consulta y reutilización de sus contenidos -la posibilidad de “copiar” partes de los documentos y posteriormente “ pegar” en los propios informes, memorias, propuestas, artículos… que elaboran los profesionales es sin lugar a dudas una de las ventajas más valoradas-, como para su gestión personal (pueden almacenarlos fácilmente en los discos duros de sus ordenadores o en cualquier otro tipo de dispositivo, así como reproducirlo y redistribuirlo de manera inmediata).
Y esta creciente demanda de contenidos digitales es la que refleja el informe “Principales magnitudes de los Contenidos Digitales en España 2009“ que acaba de presentar el Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (ONTSI) , y según el cual los contenidos digitales se están incorporando con gran celeridad a los ámbitos profesionales, informativos y de la Administración Pública.
Por lo que se refiere concretamente al sector de las publicaciones aunque todavía se encuentra en una fase de evolución de sus soportes, se ha producido un fuerte aumento en el consumo tanto de libros digitales como de revistas on-line; pero el crecimiento más destacable lo protagoniza la prensa on-line cuyo número de usuarios se ha incrementado de manera exponencial, alcanzando los 6,4 millones de lectores lo que supone el 47,5% de los lectores de prensa tradicional.
Más allá de lo híbrido: ¿nos atrevemos?
Llegados a este punto, es obligado replantearse nuestros servicios, y sobre todo un elemento hasta ahora central: la colección de recursos.
En estos momentos, en todas las colecciones conviven los documentos tanto digitales como en papel, son colecciones híbridas en las que paulatinamente han ido incorporándose los nuevos soportes pero en las que se conservan los tradicionales.
¿Pero podemos ir más allá? ¿Podemos prescindir de las costosas y trabajosas colecciones en papel?
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