Cuando hace unos días, cuestionaba desde este blog la necesidad de seguir manteniendo las colecciones en papel en nuestras bibliotecas y proponía la necesidad de repensar unos servicios de información que tenían que evolucionar irrevocablemente hacia lo digital todavía no había leído el artículo de Chloé Vicente y Alejandro Oyarce ¿Está muriendo la biblioteca? Hacia la e-evolución, publicado en el último número de la revista El profesional de la información.
Con una provocadora pregunta y partiendo de la premisa de que en un futuro próximo la información se transmitirá exclusivamente en formato electrónico y ante la competencia que para las bibliotecas suponen los nuevos sistemas de información global donde prevalecen la inmediatez de acceso a las fuentes, Chloé Vicente y Alejandro Oyarce nos invitan a replantearnos los actuales paradigmas dominantes en las bibliotecas, y a partir de su cuestionamiento proponen la necesidad de definir un modelo de pensamiento innovador que sustente la evolución de las bibliotecas.
Aunque reconocen la dificultad de vislumbrar una realidad en la que la mayoría de la información de una biblioteca esté disponible única y exclusivamente en formato digital, afirman que la migración digital será un hecho y que las colecciones en formato papel deberían llegar a ser “artefactos históricos” como lo fueron los incunables y como lo van siendo ahora ya las revistas en formato papel.
Los cambios de soportes van a suponer importantes cambios físicos en las bibliotecas, una de cuya plasmación más visibles será la liberación de espacios al disminuir los destinados a las estanterías, unos espacios que deberán ser destinados a otros usos. Repensar que nuevos servicios, que nuevos usos, que nuevas experiencias físicas les puede aportar la biblioteca a los usuarios se convierte de este modo en un tema claro de reflexión.
Y en este nuevo contexto digital adquiere una mayor relevancia el principio de que la razón de existir como biblioteca es el usuario y no la información en sí misma. Es por ello por lo que estos autores nos advierten de que si las bibliotecas se limitan a adaptar los nuevos formatos tecnológicos, si nos centramos exclusivamente en el cambio de soporte, estaremos errando el enfoque hacia la información y no hacia el usuario.
El reto está en ser capaces de construir estructuras que acorten sistemáticamente las brechas entre el usuario y los servicios que va necesitando, y debemos colocar como medida de eficacia de las bibliotecas la satisfacción alcanzada por el usuario.
La evolución de las bibliotecas para Chloé Vicente y Alejandro Oyarce supone entender que deben hacer ágil el acceso al conocimiento y en este sentido atreverse a ver la biblioteca como una empresa de servicios donde el usuario sea el centro objetivo y no la información.
Ello nos va a obligar a un profundo cambio en todos nuestros procesos de trabajo, para lo que va ser necesario ampliar o/y modificar buena parte de nuestras competencias profesionales.
Evolucionar o morir.
Aunque reconocen la dificultad de vislumbrar una realidad en la que la mayoría de la información de una biblioteca esté disponible única y exclusivamente en formato digital, afirman que la migración digital será un hecho y que las colecciones en formato papel deberían llegar a ser “artefactos históricos” como lo fueron los incunables y como lo van siendo ahora ya las revistas en formato papel.
Los cambios de soportes van a suponer importantes cambios físicos en las bibliotecas, una de cuya plasmación más visibles será la liberación de espacios al disminuir los destinados a las estanterías, unos espacios que deberán ser destinados a otros usos. Repensar que nuevos servicios, que nuevos usos, que nuevas experiencias físicas les puede aportar la biblioteca a los usuarios se convierte de este modo en un tema claro de reflexión.
Y en este nuevo contexto digital adquiere una mayor relevancia el principio de que la razón de existir como biblioteca es el usuario y no la información en sí misma. Es por ello por lo que estos autores nos advierten de que si las bibliotecas se limitan a adaptar los nuevos formatos tecnológicos, si nos centramos exclusivamente en el cambio de soporte, estaremos errando el enfoque hacia la información y no hacia el usuario.
El reto está en ser capaces de construir estructuras que acorten sistemáticamente las brechas entre el usuario y los servicios que va necesitando, y debemos colocar como medida de eficacia de las bibliotecas la satisfacción alcanzada por el usuario.
La evolución de las bibliotecas para Chloé Vicente y Alejandro Oyarce supone entender que deben hacer ágil el acceso al conocimiento y en este sentido atreverse a ver la biblioteca como una empresa de servicios donde el usuario sea el centro objetivo y no la información.
Ello nos va a obligar a un profundo cambio en todos nuestros procesos de trabajo, para lo que va ser necesario ampliar o/y modificar buena parte de nuestras competencias profesionales.
Evolucionar o morir.
2 comentarios:
Creo que en esto del libro electrónico /futuro de las bibliotecas, se estan confundiendo dos contextos muy diferentes entre sí.
Está claro que en un entorno profesional, el libro electronico tiene un enorme potencial por el valor añadido que puede aplicarse a obras de referencia, manuales, apuntes, etc.. etc… Ahí el libro impreso no tiene nada que hacer, es probable que el libro de consulta como lo conocemos actualmente desaparezca, como estan desapareciendo las enciclopedias monstruosas en tochos volúmenes. Y no digamos nada la utilidad del libro electrónico para personas con deficiencias opticas y que necesitan de herramientas que amplien su capacidad de visión. Esto es estupendo, realmente, que existan este tipo de aparatos.
Sin embargo, creo, en mi opinión que confundimos este entorno profesional, con el contexto de la lectura por simple ocio. No podemos decir que las bibliotecas tal cual las conocemos hoy desaparecerán en un futuro. Es probable que desaparezcan, pero no por la aparicion/sustitucion de nuevos soportes y formatos electrónicos, sino porque como institución cultural estan siendo constantemente atacadas por las empresas de gestión de derechos de autor, que sí tienen en sus manos la futura desaparación de las bibliotecas, como centro cultural y de la lectura por placer o por ocio, debido a su infinito afán recaudador y porque seguirán apretando las tuercas, hasta que les dejen.
Sinceramente, se me hace dificil imaginar que de una biblioteca no profesional, o no especializada o académica, (donde si que es cierto que el formato papel irá desapareciendo gradualmente hasta su casi extinción) como pueda ser un centro municipal, o público, desaparezcan los libros impresos, por lo menos en un periódo de tiempo mas o menos largo. Este tipo de bibliotecas centran su principal actividad en la lectura por placer, y yo creo que aquí el libro electrónico, aunque tendrá su parcela, no logrará el éxito que tendrá en su vertiente profesional.
Lo que está ocurriendo ahora es que se está viendo como la industria cinematográfica y musical se están repartiendo el pastel del negocio digital, y las editoras, distribuidoras, o yo que se, estan viendo que se les está escapando la oportunidad de hacer caja. Luego ya vendrán las lamentaciones de la pirateria aplicada a la lectura y tal (que imagino que será el siguiente paso). Pero la primera etapa ya está cubierta y casi alcanzada: han conseguido meter un intermediario en un acto donde antes sólo existián dos partes: un libro y una persona. Como mucho entre ambos había que poner hasta ahora unas gafas. Ahora, entre el libro y la persona, han metido una nueva necesidad, un nuevo elemento que antes no existía: el reproductor.
Enhorabuena. Lo han vuelto a conseguir. Es lo que yo llamo "nos la han metido hasta el fondo".
No supone ninguna novedad señalar que los esencial en un centro de información de cualquier tipología son los usuarios y lo accesorio los soportes con los que se satisfacen las necesidades de información de dichos usuarios. Conocer a nuestros usuarios, sus necesidades de información, sus usos y comportamientos… es el punto de arranque de cualquier proceso de planificación.
En consecuencia en aquellos centros en los que sus usuarios precisen soportes “tradicionales” y en los que los servicios prestados se siguen demandando, no tiene ningún sentido prescindir de ellos. Así por ejemplo, y a la luz de las últimas estadísticas publicadas sería demencial que las bibliotecas públicas españolas prescindieran de los libros en papel y suprimiesen el servicio de préstamo de los mismos. No obstante, no hay que tener muchas dotes adivinatorias para predecir que el perfil de los usuarios va ir evolucionando creciendo la demanda de los productos y servicios digitales.
En otros tipos de centros como por ejemplo los radicados en entornos profesionales, la situación es bien diferente, y en muchos de ellos sus usuarios demuestran una preferencia clara por la documentación digital ante las ventajas que les ofrece para su consulta, la reutilización de sus contenidos e incluso su gestión personal. Y en estos casos el contenido de su colección deberá modificarse.
Pero este hecho siendo importante creo que no es lo sustancial. Y es que tal y como se señala en el artículo referenciado, si nos centramos exclusivamente en el cambio de soporte, si nos limitamos a adaptar los nuevos formatos tecnológicos, estaremos errando el enfoque hacia la información y no hacia el usuario.
En este nuevo escenario es en el que tenemos que replantearnos los productos y los servicios que vamos a ofrecer a nuestros usuarios, y para ello es posible que necesitemos cuestionar algunas de las ideas dominantes en nuestra profesión.
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